A todas las ciudades y
concejos de los reinos de Castilla y de León, salut e graçia. Hemos
recibido tristes noticias desde tierras de Villa Real (1),
concernientes al fallecimiento del infante don Fernando de la Cerda,
heredero al trono de Castilla y de León, a sus veinte años de edad.
La sepultura se ha ubicado en el Panteón Real del Monasterio
Cisterciense de Santa María la Real de las Huelgas, en Burgos, y
hemos recibido el encargo de comunicar los sucesos por orden de su
viuda, Doña Blanca de Francia, sus dos hijos, los infantes Alfonso y
Fernando de la Cerda, su padre, el Rey Don Alfonso el Sabio y su
hermano, el infante Don Sancho.
Sepulcro de
Fernando de la Cerda.
La muerte repentina del
joven y apuesto infante, al parecer de fiebres, durante la
preparación de la campaña militar contra los benimerines que a
principios de este año invadieron algunas tierras meridionales, ha
conmocionado al pueblo de Castilla, que en absoluto esperaba tan
desastroso acontecimiento.
Tras conocerse la
noticia, todo un aparato de ostentación se ha puesto en marcha en la
ciudad de Burgos, donde nos encontramos, puesto que, además de la
organización de unos fastuosos funerales, para dar sepultura al
cuerpo recién llegado del desdichado joven, se han escogido algunas
de sus vestiduras más apreciadas para que lo acompañen en su morada
eterna, tal como es costumbre en estos reinos (2). Por ello, se han
seleccionado, contando con el consejo de su viuda, prendas
confeccionadas con telas andalusíes (3) bordadas con escudos de
castillos y leones: un pellote con grandes escotaduras laterales (4), sobre él una saya
encordada ceñida al cuerpo y forrada de tafetán carmesí (5) y, por último, una capa
con cuerdas de corte semicircular y forrada de piel (6). En la cabeza se le ha
colocado un birrete de enorme riqueza (7). Otros objetos con los que
ha sido enterrado son un anillo, colocado en su mano derecha, un
hermosísimo cinturón (8), la espada del joven y
unos acicates de plata (9). Bajo ello, como prendas
interiores, han vestido al infante con camisa y bragas (10), a las que se han atado
unas calzas del cuero de mayor calidad (11). El ataúd, encargado a
los carpinteros de la Corte, se ha forrado con ricas telas y, en su
interior, para que el cuerpo del real infante descansase cómodamente,
se han añadido almohadas bordadas con hilo de oro y seda (12). Todo ello ha supuesto
un enorme despliegue de artesanos, comerciantes y personal encargado
de preparar a Don Fernando para su descanso eterno. El sepulcro, de
planta rectangular y tapa a dos aguas, se ha decorado con los motivos
heráldicos paternos: castillos y leones, enmarcados por octógonos,
y se ubicará en la Nave de Santa Catalina, o nave norte, de la
iglesia del monasterio burgalés.
Pellote de Fernando de la Cerda.
Fuente: http://www.patrimonionacional.es/
Amén del dolor familiar
que esta muerte ha provocado, el presente acontecimiento planteará
un problema sucesorio a nuestro rey, pues no está claro si debe ser
nombrado heredero el primogénito del difundo infante Fernando, Don
Alfonso de la Cerda, o el siguiente hijo de nuestro rey Don Alfonso,
el infante Don Sancho, soluciones ambas legales según lo contemplado
en las Leyes (13), si bien al parecer hay
una ligera preferencia por Alfonso de la Cerda, ahora protegido por
el poderoso Juan Núñez de Lara (14). A Don Sancho, sin
embargo, le respaldan un buen número de nobles dirigidos por Lope
Díaz de Haro, señor de Vizcaya (15).
Apertura del
sepulcro de Fernando de la Cerda en 1942.
Fuente: Yarza
y Mancini, 2005: 127.
Los nobles ya han
planteado una nueva sublevación contra el monarca en una situación
de desorden interno agravada con este problema sucesorio que ahora se
plantea y que aumenta debido a la invasión del sur por los
benimerines y la ausencia del rey, quien se encuentra estos días en
Beaucaire tratando de convencer al Papa para que le corone Emperador (16).
Dada en Burgos, a treinta días del mes de julio de la Era de mil trecientos y trece años (17).
Yo, Ester de Farnesio, la escribí por orden del Infante Don Sancho.
Yo, Ester de Farnesio, la escribí por orden del Infante Don Sancho.
Fdo.: Ester de Farnesio
BIBLIOGRAFÍA
GÓMEZ
MORENO, M. (1946): El Panteón Real
de Las Huelgas de Burgos. Madrid:
CSIC.
GONZÁLEZ
MÍNGUEZ, C., (2011): “La reacción oligárquica frente al poder de
las monarquías (1284-1325)”, en ALVAREZ PALENZUELA, V. A.
(coord.), Historia de España de la
Edad Media. Barcelona, Ariel, pp.
603-644.
IRADIEL, P., MORETA, S. y SARASA, E. (1989): Historia Medieval de la España Cristiana, Madrid: Cátedra.
PARTEARROYO LACABA, C. (2005): “Estudio histórico-artístico de los tejidos de al-Andalus y afines”, Bienes culturales: revista del Instituto del Patrimonio Histórico Español, 5, 2005, pp. 37-74.
ROGRÍGUEZ PEINADO, L. (2012): “La producción textil en Al-Andalus: origen y desarrollo”, Anales de Historia del Arte, 22, pp. 265-279.
VALDEÓN
BARUQUE, J. (2004-2005), “Alfonso X y el Imperio”, Alcanate:
Revista de Estudios Alfonsíes, 4, pp. 243-258.
YARZA
LUARCES, J. J. y MANCINI, M. (coords.) (2005): Vestiduras
ricas: el Monasterio de Las Huelgas y su época.
Madrid: Ministerio de Cultura.
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(1) Ciudad Real.
(2) El
sepulcro de Don Fernando de la Cerda fue estudiado entre 1942 y 1943,
habiendo sido atribuido por error al rey Alfonso VII. Parte de su
importancia radica en que se encontraba intacto al no haber sido
abierto por las tripas francesas durante la Guerra de la
Independencia, por lo que sus restos fueron definidos como un
“conjunto de valor incalculable y absolutamente único” por el
entonces comisario del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico
Nacional, Francisco Íñiguez Almech. Uno de los más relevantes
responsables del estudio del panteón fue Manuel Gómez Moreno. Dada
la importancia histórica y arqueológica de los restos, “la
comisión propuso, como una de sus principales metas, la realización
del estudio definitivo del hallazgo, su valoración histórica y
arqueológica y, en consecuencia, la exposición del conjunto
funerario”, proceso que detalló Gómez Moreno, junto con un
estudio exhaustivo de los artefactos recuperados y procesos llevados
a cabo, en su publicación de 1946, la cual sirvió de base para
posteriores estudios como los realizados por la Hispanic Society de
Nueva York en 1950, YARZA LUARCES, J. J. y
MANCINI, M. (coords.), Vestiduras
ricas: el Monasterio de Las Huelgas y su época,
Madrid, Ministerio de Cultura, 2005, pp. 123-127. Es de
obligada referencia la obra de GÓMEZ MORENO, M. El Panteón Real
de Las Huelgas de Burgos, Madrid, CSIC, 1946. Los números de
inventario son 00650524, 00650538 y 00650526, según al ficha de
Patrimonio Nacional:
http://www.patrimonionacional.es/fr/colecciones-reales/categorias
(3) Los talleres textiles de Al-Andalus, tanto los telares como las
tintorerías, gozaban de un enorme prestigio debido a la calidad de
las materias empleadas y factura, lo que atrajo notablemente a las
cortes europeas y, en especial, peninsulares, siendo de procedencia
andalusí la mayor parte de los tejidos hallados en el Panteón Real
de las Huelgas de Burgos. Para ampliar la información en este campo,
remitimos a los artículos de ROGRÍGUEZ PEINADO, L., “La
producción textil en
Al-Andalus: origen y desarrollo”, Anales
de Historia del Arte, 22,
2012, pp. 265-279; PARTEARROYO LACABA, C., “Estudio
histórico-artístico de los tejidos de al-Andalus y afines”,
Bienes
culturales: revista del Instituto del Patrimonio Histórico Español,
5, 2005, pp. 37-74.
(4)
El pellote de Fernando de la Cerda es una de las prendas
medievales mejor conservadas. Estaba confeccionado con el mismo
textil que la saya y forrado de piel, tratándose en este caso de un
modelo bastante evolucionado al presentar unas escotaduras muy
amplias, YARZA LUARCES, J. J. y MANCINI, M.
(coords.), Vestiduras,
pp. 112. La técnica de elaboración de esta prenda es el samito, y
los materiales fibras de seda e hilos entorchados de oro y plata,
YARZA LUARCES, J. J. y MANCINI, M. (coords.), Vestiduras…,
pp. 162. Tal como se indica en la ficha de Patrimonio Nacional
relativa a la indumentaria del Infante Fernando: “según describe
Manuel Gómez Moreno, la momia del infante apareció vistiendo el
pellote debajo de la saya, al contrario de lo que evidencian todas
las representaciones artísticas de la época”.
http://www.patrimonionacional.es/fr/colecciones-reales/categorias
(5)
La saya, que tenía forma de T, podía ser ajustada o
no, y abierta o cerrada en este segundo caso, si bien los personajes
más relevantes preferían la saya ajustada mediante cuerdas, entre
las cuales podemos encontrar la de Fernando de la Cerda. Esta prenda
apareció a finales del siglo XII, YARZA
LUARCES, J. J. y MANCINI, M. (coords.) (2005): Vestiduras...,
pp. 110.
(6)
De factura andalusí y confeccionada con el mismo tejido
que la saya y el pellote, presenta cintas de galón noble y restos de
un recubrimiento de piel curtida de conejo. Sobre la urdimbre de
base, el bordado de castillos y leones se realizó con entorchados de
oro y plata con alma de seda, YARZA LUARCES, J. J. y MANCINI, M.
(coords.), Vestiduras…, pp. 157.
(7)
El bonete de ceremonia está bordado con seda, hilos
metálicos, aljófares, corales y vidrios, y presenta una guarnición
de oro y zafiros y granates engastados. YARZA LUARCES, J. J. y
MANCINI, M. (coords.), Vestiduras…, pp. 110.
(8)
Es una de las piezas más notables del Museo de Santa
María la Real de las Huelgas. Servía para sostener la espada y
tenía una gran longitud. Los motivos decorativos heráldicos tan
originales se han dicho de influencia mudéjar, si bien se apunta
hacia un origen francés, puesto que en la hebilla figuran las armas
de importantes casas francesas e inglesas, algo que está en
concordancia tanto con los antepasados del Infante como con la
procedencia francesa de su esposa, hija de Luis IX, por lo que
seguramente se trató de un regalo a Don Fernando, YARZA LUARCES, J.
J. y MANCINI, M. (coords.), Vestiduras…, pp. 165. Aunque
estos autores han propuesto que el Infante se enterró con esta
valiosísima pieza por el lujo que representaba, es posible, en mi
opinión, que al tratarse de un regalo de su esposa o de algún
personaje relacionado con el matrimonio, se enterrarse con esta
prenda por el valor sentimental que el infante había depositado en
ella.
(9)
Toda la indumentaria del infante se conserva en el Museo
de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos, perteneciente a
Patrimonio Nacional.
(10) La camisa podía ser de dos tipos: bien amplia y de longitud hasta las rodillas, bien ajustada y de poca londgitud, la llamada "camisa de cuerda", que se ceñía al cuerpo mediante cuerdas dejando una abertura vertical en alguno de sus puntos. Por otro lado, las bragas eran una prenda que cubría desde la cintura hasta medio muslo, y se ataba mediante ligas, YARZA LUARCES, J. J. y MANCINI, M. (coords.),
Vestiduras…,
pp. 110.
(11)
El braguero con el que fue enterrado Don Fernando de la
Cerda, un cinturón del que pendían cintas que permitían atar las
calzas a las bragas, se ha conservado también, tal como indican
YARZA LUARCES, J. J. y MANCINI, M. (coords.), Vestiduras…,
pp. 110.
(12)
Las almohadas con las que fue enterrado Don Fernando
eran de punto de media, seda e hilos entorchados. Una de ellas se
encontraba bajo la cabeza del difunto y presenta un excelente estado
de conservación. Los motivos decorativos están dispuestos en una
retícula octogonal que alterna castillos y flores de ocho pétalos
sobre un fondo de tonalidad ocre, entre los cuales hay cuadrados de
menor tamaño con esvásticas, mientras que por el otro lado, la
iconografía cambia: flores de lis y águilas, todo ello enmarcado
por una inscripción en cúfico: “baraka”. YARZA LUARCES, J. J.
y MANCINI, M. (coords.), Vestiduras…, pp. 218-219.
(13) Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, redactadas
entre 1252 y 1284 con el fin de unificar jurídicamente los reinos de
Castilla y León.
(14) GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., “La reacción oligárquica
frente al poder de las monarquías (1284-1325)”, en ALVAREZ
PALENZUELA, V. A. (coord.), Historia de España de la Edad Media.
Barcelona, Ariel, 2011, pp. 603.
(15)
IRADIEL, P., MORETA, S. y SARASA, E., Historia
Medieval de la España Cristiana, Madrid Cátedra, pp. 397.
(16) En esta
ciudad del Mediterráneo francés, en mayo de 1275, se celebró una
entrevista entre Alfonso X y el Papa Gregorio X, poco satisfactoria
para el monarca castellano-leonés en cuanto a sus pretensiones de
obtener el título de Emperador, tras lo que se vio obligado a
renunciar a tal cargo, poniendo fin a sus aspiraciones imperiales.
VALDEÓN BARUQUE, J., “Alfonso X y el Imperio”, Alcanate:
Revista de Estudios Alfonsíes, 4,
2004-2005, pp. 254-255.
(17) Año de 1275.
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